sábado, 31 de diciembre de 2011

¿Lo mejor del año?

Imagino que debe ser difícil a estas alturas evitar que una costumbre tan arraigada como la de hacer balance anual de cada parcela de la vida que se nos ocurra se lleve a cabo.
Será difícil pero debería hacerse.
Se emplean muchos recursos en repescar fragmentos de lo vivido, crear impactantes macedonias de imágenes sobre temas diversos: desde política a bodas, desde decesos a listas literarias, desde gestas deportivas a fluctuaciones del mercado y su vertiginoso bajar y bajar.
Pienso en un escenario en el que, de pronto, esta práctica no existiera o fuera repentinamente denostada, incluso prohibida. Probablemente saldríamos ganando y tanto los medios de comunicación, televisiones, periódicos, suplementos, tertulias radiofónicas, etc. deberían refundar su estructura y en un alarde creativo, tal vez, encontraríamos cosas más productivas que hacer que mirar siempre atrás.
En este nuevo escenario tal vez conseguiríamos que ésta no fuera una semana totalmente inútil y fácilmente borrable del calendario en que lo único que parece hacerse es esperar que, pasada la Navidad, llegue el Año Nuevo.
Hay que decir que esta vez el Consejo de Ministros nos ha sacado del ensimismamiento. De forma cruel hemos vuelto a la realidad y no nos queda más opción que mirar adelante, siempre al futuro, y luchar por conseguir que no sea tan negro como nos lo están poniendo.
Entretanto queridos amigos, disfrutemos de las pequeñas grandes cosas que son motor de la existencia de cada cual y que no tiene por qué ser tan uniforme como nos plantean las listas. Me niego a vivir en un mundo en el que a todos nos gusten las diez mismas canciones, los diez mismos libros, los diez personajes más influyentes, las diez jugadas más espectaculares de la temporada NBA , las mejores diez reuniones del Ecofin y así ad infinitum.
Gocemos pues cada uno a su manera sin que el 31 de diciembre tenga que ser año tras año una barrera a franquear y sea, simplemente, un día que va detrás y antes de otro, sin líneas que saltar ni absurdos replanteamientos vitales que también podríamos hacer el día 3 de cualquier otro mes.
Yo, a lo mío: un poco de Chet Baker, un rollo virtual para inciertos lectores y mucha, en calidad que no en cantidad, familia.
Otro día, otro año vendrá y, de éste, no quedará ni el mínimo rescoldo.

José A. Valverde

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