viernes, 27 de enero de 2012

De la sobredosis al colapso

Una vida que incluye en el mismo saco el trabajo y el ocio, es un terreno lleno de trampas. Es el caso del librero, el de verdad, no el mero comerciante o el que trabaja en una librería por casualidad.

Constantemente está al corriente de todo lo que se publica y lo tiene en la mano como producto fresco y en un porcentaje elevado de ocasiones le apetece hojearlo y en muchos casos leerlo. Dado que este personaje suele estar también aquejado del síndrome de Diogenes, lo lleva consigo a su despacho o a casa para no olvidarlo y que otros no le pasen por delante sin haber leído la joya que acaba de encontrar.Se va generando una pila de lecturas pendientes que atraen pero también generan la angustia del que no ha hecho los deberes.

Nos topamos entonces con el segundo factor: el tiempo. Se supone que nuestro librero tiene unos asuntos profesionales y familiares que atender. Los personales, descontando las obligaciones familiares ineludibles, van quedando reducidos sólo al campo de la lectura y todo lo que esté relacionado con ella: blogs, reseñas, twitter...
Por fin legamos al colapso. la cantidad de lecturas deseadas y retrasadas es cada vez mayor pero, para no perder comba, lee constantemente la información que aparece en su cuenta de twitter o artículos, entrevistas y reseñas de los suplementos culturales.

Colapsado por no poder seguir el ritmo de libros semanales que era normal para él (nosotros los lectores compulsivos) corre el riesgo de pasarse a las lecturas más cortas y más fácilmente colocables en su día a día, que hemos comentado antes. Es como no ver películas y devorar "trailers". Llegados a este punto puede  perder calidad lectora así que a algo habrá que renunciar, ¿no?

Por lo que a mi respecta, intentaré apartar las interferencias, el "ruido" y centrarme en los libros que son los que me han traído hasta aquí convirtiendo una distracción en un placer, una actividad accesoria en una necesidad vital, un entretenimiento en un proceso de continuo aprendizaje.

Queridos amigos: voy a leer.

jueves, 5 de enero de 2012

¿Qué se llevan los Reyes?

De todo, afortunadamente se llevan de todo.

A última hora se desata el consumo y compra de libros, algunos como complemento al resto de regalos y otros, los menos, como regalo principal. Se nota en el importe medio de las compras. Por un lado las ventas de los libros de éxito y por otro las "Grandes Obras" en nuevas y flamantes ediciones. Este año, en este apartado destacan los "cuentos para un año" de Pirandello y la fabulosa edición de los cuentos de Maupassant en Páginas de Espuma. Si hay espacio para enseñar otras cosas, también tienen buena salida. "Los relatos del padre Brown" de Chesterton en Acantilado, "En busca del tiempo perdido" de Proust en Valdemar y las ediciones anotadas de las novelas y relatos de Sherlock Holmes de Doyle en Akal pueden servir de ejemplo.Los clásicos ilustrados tienen también un público adepto y la oferta es extensa.

En cuanto a las ventas masivas, ha estado todo muy repartido salvo por dos títulos que se destacan del resto: la última de Zafón y el e-reader. Veremos en poco tiempo si los readers vendidos empiezan a generar descargas de e-books y si se consolida el uso de este nuevo soporte. Desde luego lo innegable es que despierta interés y que de un año para otro, las ventas se han lanzado, eso sí, a mitad de precio.

Son igualmente destacables las ventas que producen las novedades y los catálogos consolidados de las editoriales llamadas independientes, que no sólo son buenas si no que, además, ejercen un alto valor de fidelización de los lectores a la "marca" y futura prescripción. Los hay que preguntan dónde están los libros de Asteroide, Impedimenta, Blackie books, etc.

Es recurrente ver estos días a personas que no pisan jamás una librería provistos de una chuleta con una relación de libros bastante especializados o minoritarios lo que nos indica que los lectores voraces no siempre son financieramente todo lo solventes que ellos mismos quisieran y ahorran en su pequeña hucha de papel arrugado que, una vez entregado a su madre o suegra, se convertirá en una pilita de combustible literario para atacar los próximos meses.

Aunque se aproxime el principio del fin, el reclamo de las librerías en los momentos punta de regalo sigue estando presente.
Y que dure.

José A. Valverde